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domingo, 19 de junio de 2011

Mimo perdido provoca el caos en barrio residencial.

“Cuando empezó a caminar contra el viento se me calentó la mano”.

Cuando ayer por la mañana los habitantes del barrio residencial “urticaria feliz” despertaron, no sabían de los terribles acontecimientos que estaban por llegar con las primeras horas de luz del día. “Todo parecía normal, el día amanecía perfecto para todos”.
Conocido como un barrio de personas privilegiadas, llegando algunos de los habitantes del mismo a cobrar alrededor de mil euros mensuales, el lugar se ha convertido en un tanto snob. Sin embargo, cuando los vecinos salieron a la puerta de la calle descubrieron, con terror, que la noticia se encontraba a la puerta.
“Estaba en medio de la calle, mirando a los coches que pasaban, a mi me dio penita verlo”, explica una de las señoras que alertó a las fuerzas del orden.
“Nos preguntaron si queríamos que mandaran a los mossos, pero tampoco era necesario que lo moliesen a palos, yo con que lo llevasen lejos me conformaba” cuenta uno de los testigos de los hechos.
Un mimo, recorriendo la calle, cruzando a menudo entre los escasos coches para acercarse a los sorprendidos vecinos e iniciar sus “cosas de mimos”.
“El muy gilipollas empezó a hacerme lo del muro invisible, y cuando ya empezó a caminar contra el viento, se me calentó la mano y… por poco me pierdo”.
“Es el tiempo”, nos cuenta Fulgencio, guardia civil con más de treinta años de experiencia en casos como este. “Cuando empieza a apretar el calor del verano, salen de sus escondites, mimos, artistas callejeros… nos llegan avisos te mucha gente, pero no estamos preparados porque no tenemos dónde meterlos y, o los soltamos o los sacrificamos”.
Mientras que los agentes preparaban el operativo, el mimo deambuló por la calle, mirando a los vecinos, intentando inútilmente conseguir algún dinero con sus representaciones, sin embargo sólo sacó un par de capones mal dados.

“El mimo está a la espera de una familia cariñosa dispuesta a acogerlo”.

Cuando la policía llegó lo rodeó, dispuestos a atacar si era preciso, el mimo reaccionó de manera desesperada, fingiendo que había un muro invisible entre él y sus atacantes. “En la academia no te preparan para esto, es algo que sólo puedes aprender en la calle”.
Pasaron al menos ochenta minutos, bajo el sol, en la acera delante de la casa de uno de los vecinos más preocupados por el asunto: “Este es un buen barrio, no tienen por qué venir mimos ahora a jodernos el valor inmobiliario”.
Tras el tiempo de espera, uno de los agentes reparó en que no había muro alguno de cristal, y descubrió que podía tocar al mismo, aunque este insistía en que había un cristal. “Es que, a ver, si lo voy a detener, y el bicho ese ni habla ni me hace caso, pues me pienso que de verdad está atrapado. Incluso llamamos a los bomberos, pero estaban demasiado ocupados subiendo gatitos a los árboles para tener algo que hacer mañana”.

Siembran el caos y disfrutan de ello, crean paredes de cristal de la nada y tiran de imaginarias cuerdas, la gente los mira de mala gana porque, otra cosa no, pero pesados sí que son. 
Sorprendentemente, el mimo es un animal de ciudad, ya que en los ambientes más rurales los palurdos se les acercan, los olisquean y les orinan encima, contra lo cual, sólo pueden finguir que no están mojados. 


“Después de descubrir que era vulnerable, lo agarramos entre algunos, él insistía en que hacía mucho viento y le costaba caminar de frente, pero a base de cocotazos lo fuimos llevando hasta el coche, donde volvió a lo del cristal invisible”.
Tras encerrar al mimo en el vehículo, la policía local y la guardia civil recibieron los aplausos de los vecinos, agradecidos por su heroica forma de actuar ante el mimo.
“Lo malo fue cuando llegamos, que lo íbamos a sacar del coche y volvía a insistir en lo del cristal, después de otros veinte minutos esperando, volvimos a entender que no había cristal en medio y, a base de tortas en la nuca, lo llevamos a la comisaría.
En estos momentos, el mimo en cuestión, está encerrado en una perrera municipal, a la espera de que una familia cariñosa esté dispuesta a acogerlo. “Es una desgracia, cuando llega el verano siempre es igual, se sacan la carrera de arte dramático y se hacen mimos. Lo malo es que nadie quiere quedárselos, y claro, todos los años acabamos mandando varios al zoo de Jerez para que los usen como alimento para los leones”.
Una vez más, las fuerzas del orden público pudieron actuar a tiempo, pero no olviden que en estos días, cada vez más mimos salen a las calles, no olvide estar preparado, porque el próximo barrio asediado por un mimo, podría ser el suyo.
Seguiremos informando.

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