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lunes, 17 de diciembre de 2012

Fin del mundo.


Pues que se acabe, a ver si nos quedamos tranquilos.

En un pequeño planeta que se llama Hierra, Sierra, Cierra… ah, eso, Tierra. Pues eso, que en un planeta que la gente conoce como Tierra, habita una especie a la que podríamos catalogar como “comadrejas rosas neuróticas”. Esa raza ególatra tiende a creer que todo gira alrededor de sus ombligos, por lo que tienen la seguridad de que, a pesar de lo grande que es el universo, todo confabula para destruir su pequeño mundo.
¿Es así?, pues en la redacción no entendemos por qué, pero las llamadas y los avisos llegan constantemente. En cada representación antigua vemos los signos inequívocos de que el mundo se va a terminar…, ¿pero cuándo? ¡Pues el 21, que lo ha dicho la tele!
Y la tele, queridos lectores, nunca nos mentiría. Bueno, tal vez un poco cuando dejó a Rajoy decir que iba a crear empleo, pero excepto eso…, claro, dejando a un lado cuando Camps dijo que era inocente o cuando Fabra aseguró que todo era por el bien de Valencia… vamos, que la tele miente más que habla.
No importa, ya es seguro, el 21 se termina el mundo porque un calendario se acaba ese día. Yo tengo en casa uno que termina el 31 de diciembre… pero nadie ha dicho que ese día se acabe el mundo (algunos aventuran que puede que se acabe el año, pero no es seguro).
Hay gente asustada, ya nos han informado varios padres diciendo que sus hijos han hecho dibujos en los que ellos ven las señas inequívocas del apocalipsis (aunque nosotros sólo vemos un coche de carreras mal dibujado y un señor con una pierna más larga que la otra bajo un sol que sonríe y un cielo pintado de rosa).
Ahora la gente se amontona, grita y se mata debido al miedo asegurando que “la gente se muere por culpa del apocalipsis”, como si no tuviese que ver el cuchillazo que le ha dado otra persona gritando “vamos a morir todos”.
Y es que nos gusta la idea de que todo confabule contra nosotros, ya informamos antaño de que el mundo se terminaba, pero no pasó nada en absoluto.
Desde la estupidez de este pobre redactor que ha sobrevivido al efecto 2000, a la llegada del anticristo en no sé qué año, a un par de alineamientos planetarios y eclipses con los que me acojonaron cuando era pequeño, todavía no alcanzo a comprender por qué insistimos en nuestra absurda manía de que está escrito en alguna parte lo que va a pasar a la tierra.
Aún así, nos gusta, nos la pone dura ver pelis del fin del mundo y decir “uhh, es que lo dicen los mayas, y esos sabían mucho”. Claro que sabían, igual desaparecieron para no tener que aguantarnos a nosotros con nuestra hipocresía de “yo no creo en chorradas” y “pero me compro un búnker”.
Empiezan los suicidios, gente que prefiere morir a arder en el fuego del fin del mundo, personas asustadas y, entiendo, niños acojonados ante la idea del fin de todo, igual que lo estuve yo cuando era pequeño y todo el mundo estaba seguro de que el efecto 2000 nos iba a poner el ojete en un estado bastante lamentable.
¿Y si no pasara nada?, imagino que nadie se ha parado a pensar en ello, en que el mundo siga feliz su camino por el ancho universo, con esas criaturas neuróticas sobre su superficie, correteando de un lado a otro y gritando que un señor con gafas ha dicho que se acaba el mundo y hay que hacerle caso porque “los tíos con gafas entienden mucho”. ¿Y si el día 21 no pasa nada pero el día 2 de enero explota el mundo…?, imagino que aparecería un árbitro gritando “¡que no es válido!” y la gente no se morirá porque “es que nadie nos avisó del fin del mundo”.
Los medios tratan de calmar a la gente para evitar desgracias, “intentamos tranquilizar a la gente poniendo pelis del fin del mundo, así ven que al final siempre hay un universitario que, con una bomba atómica, resuelve el problema”.
Tranquilizadores que son estos conceptos, para una especie que, cuando no tiene ningún tipo de problema, se lo inventa.
Pues nada, sigamos así, y luego nos preguntaremos eso de “¿Cómo coño llegó a presidente Rajoy?”.
Espero que esos niños que hoy tienen miedo, como a mí me lo metieron en el cuerpo con el efecto 2000 y otros tantos intentos fallidos, aprendan a no tener miedo el próximo fin del mundo que se le ocurra a la gente, cuando falle lo del día 21.
O mejor, que se acabe el mundo, a ver si la gente se queda tranquila de una puta vez.
Seguiremos informando.