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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Decide romper con su estómago tras una mala relación.


Él se quedará la casa y el coche, mientras que el estómago tendrá que quedarse con la orden de alejamiento.

“Me desperté de madrugada y estaba al lado de mi cama con un cuchillo”.

Puede parecer triste, e incluso duro, sin embargo a menudo las relaciones no terminan bien. El ese caso, la mejor solución suele ser cada uno por su lado, y la mano para saludar.
Y este es el caso que trataremos hoy, de una relación de años que ha terminado por fin tras una larga batalla en los tribunales después de que Arsenio Falange denunciase ante la Guardia Civil a su estómago por amenazas e intento de asesinato.
Puede resultar absurdo, pero no todo el mundo mantiene una buena relación con sus estómagos, “si no le daba lo que quería, me hacía pasar más tiempo sentado en el wáter que tumbado en la cama, sabiendo que al día siguiente tenía que ir a trabajar”.
No ha servido de nada que el estómago compareciera ante el tribunal para defenderse, porque después de todos los datos estudiados por el juez, “no hay defensa posible”.
“Es que no puede ser que viva aterrorizado por mi estómago. A ver, mucha gente dice eso de que su estómago les tiene odio, pero lo del mío va mucho más allá. Hace unos meses me desperté en medio de la noche y estaba sentado al lado de mi cama, sopesando un cuchillo de cocina, y claro, esa fue la gota que colmó el vaso”.
Ya no hay marcha atrás, el estómago de Arsenio tendrá que pasar una temporada entre rejas y luego saldrá, pero tendrá que presentarse en el cuartelillo cada semana y acudir a cursos para controlar el deseo homicida. De cualquier manera, ya no volverá a molestar a Arsenio, quien en unas horas saldrá de quirófano.

“Le instalaremos un baúl que nos ha traído”.

Le será extirpado el estómago y Arsenio será el ejemplo de que no hay que vivir sujeto a los caprichos de un órgano que apenas tiene utilidades. “Como el paciente le tiene miedo a los estómagos porque no quiere que se repita el infierno por el que ha pasado, hemos decidido no ponerle otro estómago. En su lugar, Arsenio nos ha preparado un baúl que vamos a instalarle, respetando siempre el feng shui, para que cumpla la función del órgano extirpado. No es un estómago, pero con un par de apaños y una alcayata, servirá” nos contaba el cirujano que se encargará de sacar el estómago y entregarlo a las autoridades.
Desde luego, se han alzado voces en contra de esta acción, El Grupo de Defensa de los Órganos Cabrones (GDOC) insiste en que extirparlo es “un error y una muestra más de que los seres humanos somos unos desagradecidos. Ese estómago ha trabajado años como un esclavo, sin seguro, sin mantenimiento alguno y enviando toda la porquería que comía el tío ese, al siguiente nivel de la digestión, ¿y cómo se lo agradece?, me parece vergonzoso”.
“Ahora que sé que cuando despierte no estará, me siento mucho mejor. Cuando salga de quirófano, seré un hombre nuevo y tendré una orden de alejamiento sobre mi estómago” nos explica Arsenio antes de dejarnos.
“Eso será si sale de quirófano, que a ver, estamos en la seguridad social y yo estoy medio borracho” comenta el enfermero antes de acompañarlo.
Seguiremos informando.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Poltergeist a medias.


Terror y quicos a partes iguales.

“Dijo llamarse Manolo y murió por comer yogures caducados”.

Todos hemos recorrido alguna vez una de esas calles oscuras, callejuelas abandonadas que nadie tiene muy claro a dónde llevan, pero que alguien dejó allí, tal vez para que nos preguntemos “¿Y esa calle a dónde llevará?”. Rincones oscuros que nos atraen, que nos hacen sentir la llamada de la parte más salvaje de nuestro ser, que nos hace desear frotarnos contra una esquina u orinar en público.
Hoy, no hablaremos en absoluto de esas calles oscuras y peligrosas, porque hoy vamos a contar una historia tan terrible como agridulce. La historia de dos personas que empezaron una vida en común con alegría e ilusión, dos personas que, anhelando esa libertad, decidieron casarse y mudarse a un pisito en la periferia, desconociendo por completo los terribles hechos que habían tenido lugar entre las cuatro paredes de pladur de lo que, ahora, es su hogar.
Mariano y Olga (Olga y Mariano si eres progre), se mudaron a este pisito hace hoy cuatro años. Cuatro años de sufrimiento, de dolor y de agonía. Cuando se mudaron nadie les habló de los sucesos extraños, de las voces, de los llantos en medio de la noche ni de las pizzas a medio comer que dejaban en el salón.
Y es que en el piso de esta pareja, convive con ellos y un gato siamés llamado Heriberto, un terrible poltergeist a medias.
“Cuando le decimos a nuestros amigos que en nuestro piso tenemos un poltergeist a medias, suelen preguntarnos por qué a medias” nos confiesa Mariano, con el reflejo del miedo en su rostro.
La explicación la dio un enviado del equipo de Cuarto Milenio, quien pasó toda una noche en el piso junto a la pareja hasta que la entidad se presentó durante una sesión de espiritismo. “Dijo llamarse Manolo, y que vivió en el piso hasta hace unos años, que murió por comerse ocho yogures caducados” relató el experto, después de ver cómo la ouija hablaba mientras el poltergeist se sentaba a su lado para quitarle las aceitunas del aperitivo.
Hasta ahí, el caso no tiene nada de peculiar, excepto por una cosa. Manolo, el terrible poltergeist que ha convertido en un infierno la vida de la pareja, todavía está vivo.
“Es un caso peculiar porque efectivamente, Manolo pasó por una ECM (Experiencia Cercana a la Muerte) cuando su cuerpo reaccionó mal ante la ingesta de yogures caducados. Estuvo clínicamente muerto durante al menos dos minutos, hasta que el equipo de salvamento pudo rescatarlo, pero el daño cerebral motivado por la falta de oxígeno en el cerebro, ha hecho que Manolo no tenga muy claro dónde se encuentra”.

“Sólo habla ante las grabadoras, pero siempre con interferencias”.

Sin conocimiento de su situación actual, Manolo siguió viviendo en el piso, manteniéndose entre las sombras como un verdadero espectro, haciendo ruidos molestos y mostrándose difuso en las fotografías, hasta que la inmobiliaria le “coló” el piso a la pareja sin decirles nada.
“Al final te acostumbras, pero cuando tiene días malos, es insoportable” explicaba Olga mientras nos servía unos quicos.
Los miembros del equipo tuvimos ocasión de ver cómo la entidad se personaba, saliendo de una de las habitaciones en ropa interior, con andar de gato asustado y mirada de espectro. Por un momento sentimos cómo el aire se enrarecía y nos sentimos observados, y entonces, sin que nadie pudiera evitarlo, la entidad hizo que nuestro plato de quicos, levitara.
“Por lo visto desde su regreso de entre los muertos, Manolo piensa que es un espíritu, por lo que no tiene conocimiento de que podemos verlo. Por las noches el puñetero se nos mete en la habitación y mueve las sábanas haciendo ruidos, o enciende y apaga la tele, a veces deja los grifos abiertos o la tapa del wáter levantada, revuelve las cosas, cocina sin sal u ordena nuestras películas en DVD en orden alfabético, pero poniendo siempre Descubriendo a Forrester, por delante de Avatar, y eso me mata.” explica Olga mientras vemos cómo la mano del poltergeist hace que uno de los quicos levite hasta su boca.
“Lo más preocupante es que sólo habla cuando alguien usa una grabadora, y siempre lo hace como con interferencias” añade Mariano, contemplando al espíritu de carne y hueso con cierto deseo homicida.
“Buscamos el apoyo de la justicia para que lo desalojasen de aquí, pero nos dijeron que si no éramos un banco, no nos iban a ayudar” explican, dolidos ante la visión de este hombre que cree ser un poltergeist, antes de morir del todo.
Y abandonamos el edificio, sintiendo la mirada atenta de la entidad que, cuando vio que la grabadora estaba encendida, habló. En la redacción pudimos escuchar la cinta, determinando que podría haber dicho “estoy aquí”, “vais a morir todos” o, quizá, “puedo veros”.
Seguiremos informando.