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jueves, 27 de octubre de 2011

Al otro lado del saco

Libro del hombre del saco.

"Ya no puedo más". 

Hay un título que se ha pasado de generación en generación del mismo modo que coronas, títulos nobiliarios o alcaldías, tal vez no sea un título tan reconocido como el de Rey, pero es igualmente importante en nuestra sociedad.
Una sociedad en la que los valores morales apenas se parecen a lo que realmente se planificó en el pasado. En una sociedad en la que los críos de once años llevan navajas automáticas, no hay sitio para trabajadores como los de antes, es por eso que ha desaparecido de nuestras calles la imagen del sereno, la de político honesto y, desde ayer mismo, la imagen del “hombre del saco”.
Durante muchos años, el hombre del saco ha servido para acongojar a los jóvenes españoles de entre dos y treinta años, un señor de mal aspecto que por la noche secuestra a los niños y niñas que han sido malos o simplemente caminaban por la calle. “Al principio era un trabajo más, pero hoy día está la cosa muy jodida. Intentas llevarte a un chaval de catorce años y resulta que se está pegando el lote con una amiga, te esperas a que acabe y cuando te das cuenta, ha empezado con otra” nos explica Teodoro del Saco.
Teodoro del Saco heredó el oficio de su padre, Faustino del Saco, quien heredó hace años de su padre, Ruperciano del Saco, secuestrador profesional de niños en tiempos de Franco. “Ha sido para mí un orgullo mantener el trabajo de mi familia tras generaciones, pero es que ya no puedo más” nos cuenta Teodoro.
A sus treinta y dos años, Teodoro se retira del oficio familiar dejando un gran vacío en su familia para dedicarse a su verdadera vocación. “Desde pequeño mi padre siempre me llevaba con él para secuestrar, desmembrar y defenestrar niños, pero yo nunca me sentí atraído por ello. En adelante trataré de unir mis dos grandes aficiones: violar jovencitas y la repostería”.

"Este trabajo te acaba quemando". 

Ayer mismo, durante la presentación de sus memorias, daba la noticia de que terminaba definitivamente con el oficio familiar. Recibió un galardón por parte de la Guardia Civil tras años intentando dar con él y el sentido aplauso de los familiares de sus víctimas.
Teodoro era una persona normal, durante el día trabajaba con su mujer en una repostería de su pueblo a media jornada, dormía por la tarde y trabaja durante las horas nocturnas. “Siempre ayudaba a dormir mejor saber que había alguien ahí fuera velando por los demás y con experiencia para arrancar todas las muelas a estos criajos jipiosos” nos explica una vecina, compungida.
En su autobiografía, Teodoro del Saco desvela todas sus técnicas y estrategias. “La gente se piensa que es sencillo despellejar a un chaval, y la verdad es que es distraído, pero con el tiempo te acaba quemando este trabajo y cada vez, los niños estos se menean más, es más difícil separar piel y músculo… prefiero dejarlo”.
Doce años en el oficio tras los cuales, a la muerte de su padre y antecesor, ha decidido que la vida es corta y no merece la pena perderla en cosas con las que no disfruta. “Tenemos poco tiempo en esta vida, por eso saco el pen drive sin usar el modo seguro”.
Desde la redacción deseamos suerte a Teodoro del Saco con sus futuros proyectos, en especial su favorito “quiero hacer una tarta de ocho metros de alto por quince de ancho, luego secuestrarla y violarla” nos explica.
El fin de una era que se acaba tal vez demasiado pronto. ¿Estamos los españoles preparados para asumir que no tenemos unos ojos asesinos observándonos desde la oscuridad?
Seguiremos informando.

2 comentarios:

  1. Pobre hombre, mi más sentido pésame a este gran artista que tan grandes obras ha mandado a nuestras memorias: niños despellejados, cabezas colgadas en su chimenea, y vaciadas para que los hijos metan los regalos...oh, pobre hombre. ¡Si es que los críos de ahora...!

    Le acompaño en el sentimiento, ojalá la historia de la tarta vaya tan bien. Un consejo, para violar, la fresa es más 'facilona'. ;)

    Un saludo,

    María A., mayormente conocida como "la chavala de la flor roja".

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  2. Sé quien eres, y la verdad es que me gusta el nombre, Nadeshiko... si algún día tengo un hijo o una hija, le compraré un jerbo para que lo llame así. Bueno, así o Bob.
    Ya ves cómo está la cosa, a este paso desaparecerá la vida tal y como la conocemos.. xD

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