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miércoles, 12 de octubre de 2011

Sorpresa.

Desde rusia con amor.

"Lo compran porque son niños".

Cuando Robustiano Pérez, jovencito de la localidad andaluza de Bornos, en Cádiz, entró en la tienda dispuesto a comprar un bote de salfumán y tres kilos de leche en polvo, nunca imaginó que tomar prestado un dinero de su madre para un capricho, lo haría salir en las noticias.
Como cualquier niño de siete años, Robustiano adora las chucerías, los dulces y las cosas que gustan a los niños de siete años.
Salió de la tienda, dispuesto a entregarse a las promesas de un desayuno que sea nuevo, que tenga un juguete y, sobre todo, que tenga chocolate. No le costó encontrar lo que buscaba entre las abarrotadas estanterías de la tienda “deseaba entregarse a un subidón de azúcar producido por un producto externo que le ayudase a olvidar o asumir su rol en la sociedad como niño” nos explican los expertos.
“Yo lo vi todo, el niño salió de la tienda con el kínder sorpresa en la mano, empezó a abrirlo y luego se quedó mirando el chocolate” nos explica una vecina cotilla.
Según los expertos, un 1% de los compradores de este producto disfrutan del sabor del chocolate, otro 1%, del juguete, el resto… lo compran simplemente porque son niños, la única forma de explicar que se gasten ese dinero cuando por el mismo precio tienes dos tabletas de chocolate.
El problema fue cuando Robustiano terminó el chocolate, se decidió a entrar en esa fase de descubrimiento personal, “quería sentirse un poco explorador, pero como ya no puede ir a América a matar indios como hacían los españoles de antaño, se conforma con un sucedáneo con chocolate”. 

"Puede ser un agujero blanco".

Al separar las dos piezas, esperando ver salir el juguete, lo sorprendió que un cuerpo colisionase contra el suyo. “Apareció un ruso de la nada, Robustiano se cayó al suelo y se lo quedó mirando”.
Tras realizar diversas pruebas al ruso y a los restos del paquete en que venía la sorpresa, los resultados han sido inconcluyentes. “Kinder asegura que no se trata de una nueva promoción, que no tiene nada que ver con la presencia de un ruso en el lugar del regalo” afirman los abogados de la empresa.
“Afirma llamarse Vladimir, Kulikov, Sacha o algo así, no sé, no hablo ruso, pero mi hijo le ha tomado gran aprecio y pasan horas y horas jugando juntos” nos explica el padre de Robustiano.
Se cree que podría tratarse de una puerta dimensional el otro extremo de un agujero negro, escupiendo materia desde la plaza roja en un tiempo distinto al nuestro “porque la cara de inteligente que tiene el ruso, no es de nuestro tiempo, además, cuando ve a Zapatero en la tele, lo mira serio, como si viese un espejismo, pregunta algo en ruso y se tapa el culo”.
Sin importar el origen, un juez local ha determinado que, al igual que con el salvamento marítimo “el contenido del artículo en sí, pertenece a Robustiano, y dado que el ruso ha salido de ahí, pues pertenece al legítimo dueño del kínder sorpresa”.
Como apunte, el señor ruso no tiene cartelito de Made in china, ni parece que se desmonte en piezas más pequeña “pero el cabrón come como cinco”, apunta la madre de Robustiano.
Seguiremos informando.

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