Atención, la redacción de Ex – Mundo advierte: Este piriódico no es apto para su lectura durante la conducción de maquinaria pesada, vehículos por autovía, durante la ingestión de alimentos sólidos o en situaciones de peligro extremo. Con este aviso deseamos evitar más muertes, gracias por su atención.

sábado, 21 de abril de 2012

Lo que diga el señor doctor.


Siempre llevan razón.

“Los del banco estaban abatidos”.

Cuando Marcelino salió de su casa una mañana, su familia no podía comprender que era la última vez que lo verían con vida. Cogió su coche para ir al parque a dar de comer a las palomas “porque ya no le queda sitio donde pedir trabajo, y mirad que ha tenido que chupar culos, literalmente, sólo para poder dejar su currículo” nos explica su esposa.
Quiso la fortuna que, en el camino al parque, Marcelino se viese obligado a circular por un tramo de carretera desde el cual podía verse la granja de un señor anónimo. “Parece ser que  se distrajo mirando cómo un caballo cubría a una yegua, y como tuvo que soltar una mano del volante para señalar mientras se reía y hacía comentarios, pues perdió el control del coche” nos explica la policía.
El vehículo realizó un movimiento extraño cuando soltó el volante y se estrelló frontalmente con un camión que viajaba en la dirección contraria cargado de ladrillos, vigas y sacos de alpiste.
“Tardamos cuatro horas en despejar el lugar del accidente, el camionero sufrió una torcedura mandibular por la sorpresa, pero suponemos que también fue porque vio cómo el caballo cubría a la yegua. Cuando quitamos todos los ladrillos de encima del vehículo de Marcelino, los representantes de Banco Santander empezaron a llorar, no porque les importara la vida de Marcelino, sino porque en dos días tenían pensado embargar el vehículo, incluso lo habían empezado a mostrar en fotos por las salas de subastas”.
Encontraron el cuerpo de Marcelino entre los hierros retorcidos y material de construcción, lo sacaron y lo metieron en la ambulancia, pero se certificó su muerte mucho antes de llegar al hospital. “Cuando vimos que no tenía pulso, apagamos la sirena, incluso nos paramos un rato para ver desde un cercano bar cómo el caballo remataba la faena con una cervecita” nos explican los conductores de la ambulancia, acto nada criticable, ya que Marcelino había fallecido y, desde luego, prisa no tenía por llegar a ningún sitio.

“Juraría que me mordió”.

El problema llegó cuando en el tanatorio fueron a preparar el cuerpo, descubriendo una camilla vacía. “Al principio pensamos que algún gracioso lo había cogido para meterle un palo por el culo y usarlo como decoración, ya ha pasado otras veces” aseguró el director del hospital.
Finalmente encontraron a Marcelino, sentado en una mesa de la cafetería, tomándose un café migao con berberechos. “Hombre, gracia no tenía ninguna, sobre todo cuando llegó su esposa y lo vio allí, muerto, sentado y comiendo tan tranquilo”.
Debido a que el muerto todavía parecía comprender y reaccionar, se decidió que en lugar de un velatorio corriente, podría irse a su casa “para hacer tiempo hasta el entierro, así no se aburriría”.
Otro problema se presentó cuando, al día siguiente, su esposa insistía en meterlo en la caja para llevarlo al cementerio. “Mi Marcelino siempre fue muy tozudo, y él insistía en que estaba bien, pero el médico nos había dicho que estaba muerto”.
Marcelino, un hombre que no había pasado de primaria, quiso discutir con un doctor que insistía, una y otra vez, en que estaba muerto. “Es que no merecía la pena malgastar electricidad para hacerle pruebas, yo le ponía el dedo en la papada, pero no tenía pulso” explica el doctor.
Finalmente, la policía forzó a Marcelino a entrar en el ataúd por orden del médico, “y costó, yo porque el médico insistía en que estaba muerto y todo aquello era cosa de la rigidez y tal, pero juraría que chillaba, incluso me mordió cuando le empujé la cabeza para entrarlo en la caja, vamos, tengo su dentadura marcada en la mano”.
Entre berridos e improperios, Marcelino fue enterrado finalmente. Algunos de los presentes encontraron extraño que, mientras cerraban la tumba, se oyera al finado “cagándose en los muertos del médico, vamos, que de no ser porque el doctor insistía que era un efecto provocado por los gases al salir del cuerpo, juraría que ese tío estaba vivo”.
Tras el entierro, el doctor nos agradeció dar cobertura a esta noticia. “Es que los médicos nos enfrentamos muchas veces a gente que, aunque no tiene estudios, se cree que sabe más que nosotros, e insiste en llevarnos la contraria”.
Seguiremos informando.

4 comentarios:

  1. jajajajaaj hijos de puta los médicos, que encima de pretender tener la razón en cosas que caen por su propio peso, te restriegan su nivel cultural xddd. Y pobre Marcelino, que está rodeado de peña dispuesta a creer al "Doctor Muerte". Como siempre, aplaudo tu manera de hacer una critíca social bajo la fina irónia, porque tu irónia es muy fina, amigo. Un besoteee!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo peor Raquel, es que son capaces de llegar a estos límites xD.
      Gracias por comentar xD. Otro besote para tí!!

      Eliminar
  2. Joder, no es normal esto de reírse tanto...¡vaya con Marcelino! ¿Es que no sabe que los médicos son entes superiores creados con mano divina (no, con mano médica) y que nunca se equivocan?

    Me ha encantado, sigue así (:

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues ya lo sabe, al menos lo supo antes de quedarse sin aire xD.

      Eliminar

Lector, puedes comentar, y no te preocupes si no tienes nada importante que decir, puedes insultar también o mandar amenazas... en Ex-Mundo, estamos acostumbrados.