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domingo, 3 de abril de 2011

Caso médico: Le extirparán un señor que le está creciendo en el cogote.

“Al principio pensé que era un grano”

Anselmo, propietario de “La gorrina feliz”, asador de baja fama en la provincia de Cádiz, ha logrado en los juzgados que, tras dos meses de demandas y disputas, se apruebe la obligación de la seguridad social para la operación que necesitaba. “Nos pedían un dineral porque eso no lo cubría la Seguridad Social debido a los recortes de Zapatero, pero mi cuñado, que fue concejal de urbanismo en Arcos, me mandó a su abogado para arreglar el problema”.
Hace ya año y medio desde que Anselmo, natural de Jédula, sintiese durante su turno de trabajo unas molestas picaduras en su cogote. “Al principio pensé que era un grano, y como soy autónomo, no me podía perder porque sí la jornada para ir al médico”, nos explica ante la puerta de los juzgados con evidente alegría en su voz, “A la semana empecé a notar severas molestias y calambres en la misma zona, y ante el enrojecimiento, mi mujer me pidió que fuese a firmar un seguro de vida. Allí, me pidieron que fuese al médico”.
Su doctor de cabecera le dijo que no era nada, cosa normal entre doctores de cabecera, pero tras otra semana y media de fuertes dolores y la firma de un seguro de vida, volvía a la consulta para quejarse porque notaba un bultito en el cogote.
“Esta gente es muy tiquismiquis, y por un bulto anormal de nada ya se piensan que tienen que jodernos la hora del café. Leches, que me hice médico para no tener que trabajar”, asegura el doctor que atendió a Anselmo durante los primeros meses, “le receté reposo y unas pastillas para que no diese mucho por culo”.
Tres meses después de la primera visita a la consulta, el susodicho regresaba aterrorizado porque su esposa había descubierto marcas de enrojecimiento y cortes en su cogote hasta unos días atrás, y poco a poco había empezado a surgir una calva del bulto. “Aquella tarde yo tenía partido de pádel con unos amigos y, para no alargarme el día le dije que era normal, que ya pasaría” narra el doctor.
Con el paso de los días, la calva que surgía del cogote de Anselmo empezó a crecer del mismo modo que una calaba temprana. “Yo lo pasaba mal en el asador, los clientes me decían que me estaba saliendo la calva y que me pasaba como a los chicos cuando les salen los dientes mal, que tendría que ir a que me pusieran un aparato corrector de calva”.
Uno de esos clientes fue quien reparó en la calva y habló con él para saber lo que le pasaba, resultó ser un eminente antropólogo que le explicó, con gran claridad, que realmente era una calva lo que le salía del cogote “me dijo que a los calvos se les caía el pelo, no que creciese una nueva cabeza para sustituir a la que tiene el pelo”.


“Le dimos cita para dos meses después, aunque esperábamos que ya se hubiese muerto”.

Sin estar demasiado seguro por las palabras de su cliente, Anselmo decidió esperar hasta que una noche lo despertaron unas sonoras quejas. “Había crecido más, era media calva y el rostro de un señor bigotudo”, explicó con tristeza.
Su médico de cabecera lo remitió de nuevo al hospital, donde le dijeron que tendría cita con un doctor en dos meses. “Le dimos la cita dos meses después sin saber qué podrían hacerle, de todas formas esperábamos que para entonces hubiese muerto, ahorrando el gasto de dinero público”.
Pero los dos meses pasaron, y Anselmo apareció por el hospital con un torso completo asomando de su cogote. “Se trataba de un señor bajito con bigote, que catalogamos como un clase de crecimiento anormal, pero no podíamos permitirnos operar, y le dijimos lo que cobrábamos por una operación así”.
“El precio hizo que mi mujer quisiera matarme, así que decidimos convivir con el crecimiento anormal de mi cogote. No queríamos ponerle nombre para no encariñarnos, pero mi hija le empezó a llamar Gustavo y se le ha quedado. Al principio era muy callado, pero poco a poco se convirtió en una molestia, porque se burlaba de los clientes y les lanzaba cubiertos y trozos de tortilla de patatas que no sabemos dónde escondía. Fue entonces cuando el abogado de mi cuñado empezó a mover hilos insistiendo que mi operación era necesaria, ya que mi vida se veía demasiado lastrada con un señor grosero saliendo de mi cogote, a pesar de que intentaba taparlo con un sombrero, cuando llegó a salir hasta la cadera lo levantaba y gritaba a las ancianas”.
Por fortuna para Anselmo, en una semana deberá ingresar para que le extirpen a Gustavo, quien actualmente asoma casi por entero del cogote. “Según el doctor, Gustavo me ha salido porque no me secaba bien el cogote después de ducharme. Ahora le tengo cariño aunque sea un poco grosero, cuando esto acabe pediremos permiso para quedarnos con él y ponerlo a trabajar en el asador”.
Un final feliz para esta familia que, aunque no verá dinero por el seguro de vida de Anselmo, ganará un calvo y bigotudo miembro si todo sale bien.
Seguiremos informando.



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