Terror y quicos a partes iguales.
“Dijo llamarse Manolo y murió por comer yogures caducados”.
Todos hemos recorrido alguna vez una de esas calles oscuras,
callejuelas abandonadas que nadie tiene muy claro a dónde llevan, pero que
alguien dejó allí, tal vez para que nos preguntemos “¿Y esa calle a dónde
llevará?”. Rincones oscuros que nos atraen, que nos hacen sentir la llamada de
la parte más salvaje de nuestro ser, que nos hace desear frotarnos contra una
esquina u orinar en público.
Hoy, no hablaremos en absoluto de esas calles oscuras y peligrosas, porque hoy vamos a contar una historia tan terrible como agridulce. La historia de dos personas que empezaron una vida en común con alegría e ilusión, dos personas que, anhelando esa libertad, decidieron casarse y mudarse a un pisito en la periferia, desconociendo por completo los terribles hechos que habían tenido lugar entre las cuatro paredes de pladur de lo que, ahora, es su hogar.
Hoy, no hablaremos en absoluto de esas calles oscuras y peligrosas, porque hoy vamos a contar una historia tan terrible como agridulce. La historia de dos personas que empezaron una vida en común con alegría e ilusión, dos personas que, anhelando esa libertad, decidieron casarse y mudarse a un pisito en la periferia, desconociendo por completo los terribles hechos que habían tenido lugar entre las cuatro paredes de pladur de lo que, ahora, es su hogar.
Mariano y Olga (Olga y Mariano si eres progre), se mudaron a este
pisito hace hoy cuatro años. Cuatro años de sufrimiento, de dolor y de agonía.
Cuando se mudaron nadie les habló de los sucesos extraños, de las voces, de los
llantos en medio de la noche ni de las pizzas a medio comer que dejaban en el
salón.
Y es que en el piso de esta pareja, convive con ellos y un gato siamés
llamado Heriberto, un terrible poltergeist a medias.
“Cuando le decimos a nuestros amigos que en nuestro piso tenemos un
poltergeist a medias, suelen preguntarnos por qué a medias” nos confiesa
Mariano, con el reflejo del miedo en su rostro.
La explicación la dio un enviado del equipo de Cuarto Milenio, quien
pasó toda una noche en el piso junto a la pareja hasta que la entidad se
presentó durante una sesión de espiritismo. “Dijo llamarse Manolo, y que vivió en el piso hasta hace unos años,
que murió por comerse ocho yogures caducados” relató el experto, después de ver cómo la ouija hablaba mientras el poltergeist se sentaba a su lado para quitarle las aceitunas del aperitivo.
Hasta ahí, el caso no tiene nada de peculiar, excepto por una cosa.
Manolo, el terrible poltergeist que ha convertido en un infierno la vida de la
pareja, todavía está vivo.
“Es un caso peculiar porque efectivamente, Manolo pasó por una ECM (Experiencia
Cercana a la Muerte) cuando su cuerpo reaccionó mal ante la ingesta de yogures
caducados. Estuvo clínicamente muerto durante al menos dos minutos, hasta que
el equipo de salvamento pudo rescatarlo, pero el daño cerebral motivado por la
falta de oxígeno en el cerebro, ha hecho que Manolo no tenga muy claro dónde se
encuentra”.
“Sólo habla ante las grabadoras, pero siempre con
interferencias”.
Sin conocimiento de su situación actual, Manolo siguió viviendo en el
piso, manteniéndose entre las sombras como un verdadero espectro, haciendo
ruidos molestos y mostrándose difuso en las fotografías, hasta que la
inmobiliaria le “coló” el piso a la pareja sin decirles nada.
“Al final te acostumbras, pero cuando tiene días malos, es insoportable”
explicaba Olga mientras nos servía unos quicos.
Los miembros del equipo tuvimos ocasión de ver cómo la entidad se
personaba, saliendo de una de las habitaciones en ropa interior, con andar de
gato asustado y mirada de espectro. Por un momento sentimos cómo el aire se
enrarecía y nos sentimos observados, y entonces, sin que nadie pudiera
evitarlo, la entidad hizo que nuestro plato de quicos, levitara.
“Por lo visto desde su regreso de entre los muertos, Manolo piensa que
es un espíritu, por lo que no tiene conocimiento de que podemos verlo. Por las
noches el puñetero se nos mete en la habitación y mueve las sábanas haciendo
ruidos, o enciende y apaga la tele, a veces deja los grifos abiertos o la tapa
del wáter levantada, revuelve las cosas, cocina sin sal u ordena nuestras
películas en DVD en orden alfabético, pero poniendo siempre Descubriendo a Forrester, por delante de
Avatar, y eso me mata.” explica Olga
mientras vemos cómo la mano del poltergeist hace que uno de los quicos levite
hasta su boca.
“Lo más preocupante es que sólo habla cuando alguien usa una
grabadora, y siempre lo hace como con interferencias” añade Mariano,
contemplando al espíritu de carne y hueso con cierto deseo homicida.
“Buscamos el apoyo de la justicia para que lo desalojasen de aquí,
pero nos dijeron que si no éramos un banco, no nos iban a ayudar” explican,
dolidos ante la visión de este hombre que cree ser un poltergeist, antes de
morir del todo.
Y abandonamos el edificio, sintiendo la mirada atenta de la entidad
que, cuando vio que la grabadora estaba encendida, habló. En la redacción pudimos
escuchar la cinta, determinando que podría haber dicho “estoy aquí”, “vais a morir
todos” o, quizá, “puedo veros”.
Seguiremos informando.
Tan escalofriante que podría ser el argumento de una teleserie protagonizada por Charlie Sheen XDD
ResponderEliminarNo lo digas muy alto, Zanbar, que estoy pensando un guión xD
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