Siempre llevan razón.
“Los del banco estaban abatidos”.
Cuando Marcelino salió de su casa una mañana, su familia no
podía comprender que era la última vez que lo verían con vida. Cogió su coche
para ir al parque a dar de comer a las palomas “porque ya no le queda sitio
donde pedir trabajo, y mirad que ha tenido que chupar culos, literalmente, sólo
para poder dejar su currículo” nos explica su esposa.
Quiso la fortuna que, en el camino al parque, Marcelino se viese
obligado a circular por un tramo de carretera desde el cual podía verse la
granja de un señor anónimo. “Parece ser que
se distrajo mirando cómo un caballo cubría a una yegua, y como tuvo que
soltar una mano del volante para señalar mientras se reía y hacía comentarios,
pues perdió el control del coche” nos explica la policía.
El vehículo realizó un movimiento extraño cuando soltó el volante y se
estrelló frontalmente con un camión que viajaba en la dirección contraria
cargado de ladrillos, vigas y sacos de alpiste.
“Tardamos cuatro horas en despejar el lugar del accidente, el
camionero sufrió una torcedura mandibular por la sorpresa, pero suponemos que
también fue porque vio cómo el caballo cubría a la yegua. Cuando quitamos todos
los ladrillos de encima del vehículo de Marcelino, los representantes de Banco
Santander empezaron a llorar, no porque les importara la vida de Marcelino,
sino porque en dos días tenían pensado embargar el vehículo, incluso lo habían
empezado a mostrar en fotos por las salas de subastas”.
Encontraron el cuerpo de Marcelino entre los hierros retorcidos y
material de construcción, lo sacaron y lo metieron en la ambulancia, pero se
certificó su muerte mucho antes de llegar al hospital. “Cuando vimos que no
tenía pulso, apagamos la sirena, incluso nos paramos un rato para ver desde un
cercano bar cómo el caballo remataba la faena con una cervecita” nos explican
los conductores de la ambulancia, acto nada criticable, ya que Marcelino había
fallecido y, desde luego, prisa no tenía por llegar a ningún sitio.
“Juraría que me mordió”.
El problema llegó cuando en el tanatorio fueron a preparar el cuerpo,
descubriendo una camilla vacía. “Al principio pensamos que algún gracioso lo
había cogido para meterle un palo por el culo y usarlo como decoración, ya ha
pasado otras veces” aseguró el director del hospital.
Finalmente encontraron a Marcelino, sentado en una mesa de la
cafetería, tomándose un café migao con berberechos. “Hombre, gracia no tenía
ninguna, sobre todo cuando llegó su esposa y lo vio allí, muerto, sentado y
comiendo tan tranquilo”.
Debido a que el muerto todavía parecía comprender y reaccionar, se
decidió que en lugar de un velatorio corriente, podría irse a su casa “para
hacer tiempo hasta el entierro, así no se aburriría”.
Otro problema se presentó cuando, al día siguiente, su esposa insistía
en meterlo en la caja para llevarlo al cementerio. “Mi Marcelino siempre fue
muy tozudo, y él insistía en que estaba bien, pero el médico nos había dicho
que estaba muerto”.
Marcelino, un hombre que no había pasado de primaria, quiso discutir
con un doctor que insistía, una y otra vez, en que estaba muerto. “Es que no merecía
la pena malgastar electricidad para hacerle pruebas, yo le ponía el dedo en la
papada, pero no tenía pulso” explica el doctor.
Finalmente, la policía forzó a Marcelino a entrar en el ataúd por
orden del médico, “y costó, yo porque el médico insistía en que estaba muerto y
todo aquello era cosa de la rigidez y tal, pero juraría que chillaba, incluso
me mordió cuando le empujé la cabeza para entrarlo en la caja, vamos, tengo su
dentadura marcada en la mano”.
Entre berridos e improperios, Marcelino fue enterrado finalmente.
Algunos de los presentes encontraron extraño que, mientras cerraban la tumba,
se oyera al finado “cagándose en los muertos del médico, vamos, que de no ser
porque el doctor insistía que era un efecto provocado por los gases al salir
del cuerpo, juraría que ese tío estaba vivo”.
Tras el entierro, el doctor nos agradeció dar cobertura a esta
noticia. “Es que los médicos nos enfrentamos muchas veces a gente que, aunque
no tiene estudios, se cree que sabe más que nosotros, e insiste en llevarnos la
contraria”.
Seguiremos informando.
jajajajaaj hijos de puta los médicos, que encima de pretender tener la razón en cosas que caen por su propio peso, te restriegan su nivel cultural xddd. Y pobre Marcelino, que está rodeado de peña dispuesta a creer al "Doctor Muerte". Como siempre, aplaudo tu manera de hacer una critíca social bajo la fina irónia, porque tu irónia es muy fina, amigo. Un besoteee!
ResponderEliminarLo peor Raquel, es que son capaces de llegar a estos límites xD.
EliminarGracias por comentar xD. Otro besote para tí!!
Joder, no es normal esto de reírse tanto...¡vaya con Marcelino! ¿Es que no sabe que los médicos son entes superiores creados con mano divina (no, con mano médica) y que nunca se equivocan?
ResponderEliminarMe ha encantado, sigue así (:
Pues ya lo sabe, al menos lo supo antes de quedarse sin aire xD.
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